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Humanae Vitae, por Pablo VI


Lucía Martínez. Zaragoza.
27 de julio de 1968

Humanae Vitae, la nueva encíclica escrita por el Papa Pablo VI y publicada en el pasado 25 de julio bajo el titulo “Sobre la regulación de la natalidad”, está dando mucho que hablar en las calles. 

Esta encíclica define la doctrina de la Iglesia católica sobre el aborto, los métodos anticonceptivos y otras medidas relacionadas con la vida sexual humana. Según Pablo VI el matrimonio cristiano es válido solo bajo los fundamentos de la unión, el amor, la fidelidad y la fecundidad. Por esto, el acto conyugal no puede separar los principios que lo rigen: el unitivo y el procreativo. De esta forma, la Iglesia católica se opone a todo tipo de anticoncepción, sea cual sea su naturaleza. Aún así, cuando existen serios motivos, la encíclica propone el uso de los métodos naturales para espaciar temporalmente los nacimientos. 


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La encíclica reconoce que aunque las enseñanzas que difunde no serán aceptadas por todos, la Iglesia católica declara ciertos actos como morales cuando en realidad no lo son. Algunos de los argumentos de la encíclica para estar en contra de la ley natural, serían el excesivo poder que los métodos de control de natalidad otorgan a las autoridades públicas, convirtiéndose en una herramienta de las que se podrían abusar.

En la tercera parte, titulada “Directivas pastorales” el Papa se dirige a diversos grupos para solicitar su apoyo. Así, pide a las autoridades públicas que se opongan a las leyes que deterioren las leyes naturales de moral, pide que los científicos estudien mejores métodos de control natal natural, y hace un llamado a que los doctores, enfermeras y sacerdotes para que promuevan los métodos naturales sobre los artificiales.

De esta forma, la publicación de esta encíclica ha supuesto un gran rechazo, provocando que sus ideas fuesen denegadas abiertamente por muchos grupos de católicos. De hecho, ayer mismo, un grupo de teólogos, liderado por el sacerdote Charles Curran que trabaja en la Universidad Católica de América, publicó una declaración que decía que la conciencia individual de cada católico debía permanecer en un dilema personal.

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